viernes, 21 de mayo de 2010

CRÓNICAS COTIDIANAS: A EZEIZA EN TREN

Nos invitaron a un cumpleaños en Ezeiza. La agasajada cumplió 3 añitos y querían que fuéramos. Primer tema que se suscitó, quiénes iríamos. Con mucha alegría mis primos recibieron la confirmación de que allí estaríamos mi esposo y yo. Y si, nuestros hijos, ya grandes (son tres veinteañeros) nos dejan solos en las salidas. Dónde quedaron esos lindos niñitos que nos acompañaban a todos lados?!

Segundo tema, cómo llegar. Nuestros dos hijos varones tienen auto, pero uno estaba ocupado y el otro cursaba por lo que decidimos (sí, por lo menos déjennos creer que decidimos) ir en tren.

Vivimos en Bernal así que fuimos a la estación (hasta allí nos llevó nuestro hijo menor en el Sierrita). Sacamos los boletos. Esto es magnifico, desde Bernal se puede sacar ida y vuelta a Ezeiza por el módico precio de $ 3.70 c/u y eso que hay que hacer trasbordo en Avellaneda.

Diariamente viajo en colectivo. Hacía mucho que no viajaba en tren. Tanto es así que los asientos ahora son como los de los colectivos. La disposición de los mismos es toda una fila mirando hacia un lado y la otra hacia el contrario, o sea que los primeros que se ocupan son los que están en dirección al destino, si no llegaste a éstos te tocará viajar al revés con el consiguiente mareo si pasaste los 50. Yo casi me mareé, porque todavía no los cumplí. Me faltan dos largos meses!

Al instante que el tren se puso en marcha apareció un sinfín de vendedores. Mi esposo me advirtió, en ese momento, que ni se me ocurra empezar a comprarles. Asentí en silencio hasta que vino una nena como de 11 o 12 años junto a su padre. Ella cantaba y él la acompañaba con la guitarra, si bien en algunas partes hacía el coro, pero honestidad bruta, era preferible que se callara y dejara cantar a su hija. Lo cierto es que Priscila, así se llamaba, cantó con una voz preciosa. Yo, que tengo el oído un poco educado pues mi mamá es cantante lírica y de tanto escucharla cantar a ella y a otros tantos algo entiendo, me di cuenta que esta niña tenía impostación natural y un color y timbre de voz capaz de cautivarte. Lo que es la vida. Si algún productor discográfico o como se llame ahora, viajara en tren…

Cuando terminó lo miré a mi esposo que después de 25 años de casados ya sabe lo que quiero y sin que yo hablara me dijo resignado, cuánto le damos? La pregunta venía a cuenta que las monedas escasean y son de difícil acceso para quienes viajamos en bondi. Nosotros somos cuatro que lo hacemos diariamente, así que le dimos $2. Para mí súper ganados! No pensemos cuánto saca por día porque nos ponemos a cantar todos.

Cuando llegamos a Avellaneda, luego de vencer la tentación de comprarme colitas para el pelo, chicles, carilinas y llaveros linternas entre otras cosas, pasamos al tren eléctrico. Pasan alternados, uno con destino a Glew y otro a Ezeiza. Ni bien llegamos había un tren en el andén, pero la premisa era no correr pues era sábado y solo corremos de lunes a viernes para ir a trabajar. Así que al no poder leer el cartel que va adelante lo dejamos irse. Nos sentamos a esperar el otro y un señor no vidente hizo lo mismo. Mi esposo le preguntó a una señora que estaba cerca: ¿qué era? (se refería al destino). La señora contestó que no lo pudo ver. El ciego dijo también, yo tampoco lo alcancé a ver! Y se rió y nos reímos con él. Qué grande!

Nos contó que él tampoco tenía apuro porque ya había hecho su trabajo: entrenarse para correr. Era corredor. En una maratón que corrió en Santa Rosa, La Pampa, salió tercero.

Lo feliz que se lo veía. Seguimos charlando hasta que llegó el tren, el cartel decía Glew. “Este es el mío” se paró y sonriendo saludó para subir. Por suerte alguien le dio el asiento enseguida. No todo está perdido. Hay gente solidaria. Cuando partió mi esposo me dijo: “ y pensar que nos quejamos de tantas cosas! Con la señora que allí estaba nos miramos y comentamos ¡qué ejemplo de vida!.

Finalmente vino nuestro tren. Subimos y nos tocaron… asientos al revés! Otra ola de vendedores y gente que pide una ayuda para poder vivir. En Lanús subió una señora que repartió un papel escrito por ella en mitad de una hoja de cuaderno. Tenía varios que fue repartiendo uno a cada uno. El papel decía que en la vida no había tenido suerte y al no tener casa ni trabajo pedía nuestra ayuda para poder pagarse el hotel. Lo miré a mi esposo nuevamente y le dije: “¡te diste cuenta que son todos originales!” La mujer había escrito uno por uno los papeles y yo no podía dejar de imaginar con que esperanza habrá escrito cada uno. Y si, a ella algo también le di. Ya mi esposo me decía que nunca más viajaría conmigo en tren. Yo que lo conozco sé que no es verdad.

Por fin llegamos. Nos pasaron a buscar a la estación y disfrutamos de un hermoso cumpleaños familiar. La mesa que compartimos con mis primos y tíos con los que hacía mucho que no nos reuníamos, fue muy amena. Sí compartieron conmigo la partida de mi hermano y creo que este hecho nos dio ganas a todos de recuperar tantos años sin vernos. Es como si necesitáramos estar juntos, encontrarnos. La muerte de mi hermano fue un sacudón muy fuerte para la familia. Tenemos que hacernos tiempo para vernos, de eso se trata, de reunirnos. Pudimos hablar de lo que cada uno está haciendo y ponernos al día. Las penas y las alegrías. Los hijos de mis primos que no conocía, hay muchos chiquilines en la familia. La vida recién nacida se hace presente en estos chiquitos.

Con mi esposo decíamos que fue una verdadera Eucaristía. Una mesa donde se compartió y celebró la vida, haciendo memoria de los que ya no están físicamente con nosotros, pero sí viven en nuestros corazones y en tantos recuerdos compartidos. Pensamos que Jesús hizo lo mismo, compartió mesas y vida. Después con los seguidores y a lo largo de los siglos todo se fue desvirtuando y perdiendo el sentido. Es tiempo de recuperarlo.

Conclusión:

La vida sigue fluyendo con toda su fuerza.

La vida es intensa si nos damos cuenta.

Los milagros se suceden al lado nuestro si sabemos verlos.

Es tan grato vivir una Vida en Abundancia!! Jn 10,10

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